
Un público conmovido, lágrimas y una ovación de pie marcaron el estreno de It’s Never Over, Jeff Buckley en el Festival de Cine de Sundance. El documental, dirigido por Amy Berg, ofrece una mirada íntima a la vida y el legado del talentoso cantautor, cuya prometedora carrera se vio truncada por su trágica muerte en 1997, cuando se ahogó en el río Wolf de Memphis a los 30 años.
Con Brad Pitt como productor ejecutivo y el respaldo de la familia del artista, la cinta recorre la vida de Buckley a través de sus diarios, fotografías inéditas, material de archivo y testimonios de sus seres más cercanos, incluidas su madre Mary Guibert, sus exnovias Rebecca Moore y Joan Wasser, y antiguos compañeros de banda.
El talento de un alma inquieta
It’s Never Over traza el camino de un artista que devoraba la música con una curiosidad insaciable. Desde su infancia, Buckley mostró un talento innato. Pero su historia también estuvo marcada por la sombra de su padre, Tim Buckley, un influyente músico folk de vanguardia con quien compartía un asombroso parecido y una poderosa voz de cuatro octavas, pero a quien apenas conoció. Tim lo abandonó cuando tenía solo seis meses, y solo estuvo un par de días con él antes de fallecer a los 28 años por una sobredosis de heroína.
Las inevitables comparaciones con Tim fueron una fuente constante de frustración para Jeff. En una entrevista, se muestra visiblemente molesto cuando le preguntan qué heredó de su padre y responde tajante: "Gente que recuerda a mi padre. Siguiente pregunta".
La película deja claro que Buckley no era solo un producto del legado paterno, sino un artista con un universo musical propio. Su estilo absorbió influencias tan diversas como Led Zeppelin, Nina Simone, Nusrat Fateh Ali Khan, Soundgarden, Bill Evans y Judy Garland, fusionándolas en un sonido único.
Fue en Sin-é, un pequeño café en el East Village de Nueva York, donde su talento llamó la atención de la industria. Allí, improvisaba, versionaba canciones y poco a poco introducía sus propias composiciones, lo que desató una feroz guerra de ofertas entre las discográficas. Finalmente, firmó con Columbia Records, la misma compañía que décadas antes había descubierto a Bob Dylan.
En 1994, lanzó Grace, su único álbum de estudio en vida. Aunque en su momento tuvo un éxito moderado en EE. UU., con el tiempo se convirtió en un disco de culto. Temas como Last Goodbye, Lover, You Should’ve Come Over y su sobrecogedora versión de Hallelujah de Leonard Cohen lo consagraron como una de las voces más inolvidables de su generación.
Las sombras y la tragedia
A medida que la fama crecía, Buckley se sintió cada vez más incómodo con la presión de la industria. "Sin vida ordinaria, no hay arte", se escucha en una grabación de archivo. El documental sugiere que esta presión exacerbó un trastorno maníaco-depresivo autodiagnosticado y contribuyó a su decisión de mudarse a Memphis, donde planeaba grabar su segundo álbum.
En la noche del 29 de mayo de 1997, mientras esperaba la llegada de su banda, Buckley decidió meterse al río Wolf con la ropa puesta. Una corriente lo arrastró, y su cuerpo fue encontrado días después. No había drogas en su sistema, solo una cerveza. Su muerte dejó un vacío en el mundo de la música y una carrera interrumpida en su mejor momento.
Un legado que no se apaga
Desde su fallecimiento, la influencia de Buckley ha crecido exponencialmente. Se han publicado múltiples discos en vivo y recopilaciones, y en 2008, su versión de Hallelujah alcanzó el número 1 en Billboard. Hoy, nuevas generaciones lo descubren a través de plataformas como TikTok, asegurando que su legado continúe vivo.
Para Amy Berg, It’s Never Over es su carta de amor a uno de sus artistas favoritos. “Pasé 15 años tratando de contar su historia. Pero al final, no hay palabras para explicar a Jeff Buckley”, confiesa.