La normativa australiana que prohíbe el acceso de menores de 16 años a redes sociales reabrió el debate sobre sus efectos en niños y adolescentes. El gobierno de ese país busca proteger a los jóvenes de las posibles influencias negativas del acceso digital, en una etapa de particular vulnerabilidad. Las empresas tecnológicas tendrán un año para adaptarse y asegurar que ningún menor pueda acceder a estas plataformas.
En Nada Es Tan Grave, el psicólogo Jorge Varela, Director del Laboratorio de Convivencia IBEM - UDD, se mostró crítico hacia la medida australiana, señalando que el problema no radica tanto en el uso de dispositivos como en la falta de una educación adecuada sobre su uso. “Me llama la atención cómo algunas comunidades rápidamente decidieron prohibir el uso de teléfonos en la sala de clases por razones de todo tipo, desde querer mejorar el aprendizaje hasta mejorar la salud mental”, indicó, advirtiendo que estas prohibiciones simplifican un tema que requiere un enfoque más integral. “Mejorar el aprendizaje requiere de un conjunto de iniciativas que va más allá del teléfono”, agregó.
Varela hizo un paralelismo con los temores asociados a la televisión en generaciones anteriores, cuando se pensaba que su consumo indiscriminado afectaría negativamente a los jóvenes. “Hoy sabemos que lo que más afecta las conductas violentas no es la televisión, sino el contenido violento”, explicó, enfatizando que la discusión debería centrarse en el contenido y en cómo se utiliza, en lugar de prohibir las plataformas en sí.
El foco en la parentalidad
Para el experto, el verdadero desafío es enseñar a los jóvenes a usar estas tecnologías de manera responsable y saludable. “Soy siempre reacio a la prohibición porque pienso que no nos enseña muchas cosas, no nos entrega herramientas”, afirmó. Además, cuestionó la lógica de prohibir a los menores el acceso digital mientras el sistema judicial considera que pueden enfrentar responsabilidades penales a partir de los 14 años. “Nuestros jóvenes se pueden ir presos a los 14 años, ¿pero le vamos a prohibir usar un teléfono? Eso no me cuadra”, sostuvo.
En lugar de centrarse en prohibiciones, el psicólogo aboga por un cambio en la educación y en el acompañamiento de los padres. “El foco no debería estar en el teléfono, sino en la parentalidad. Tenemos que educar en el uso de estas tecnologías, ya que es poco probable que desaparezcan”, concluyó.