Hace 51 años, el 3 de julio de 1973, David Bowie se despidió para siempre de su alter ego más famoso, Ziggy Stardust, en un concierto épico en el Hammersmith Odeon de Londres.
Este evento marcó un punto de inflexión en la carrera del artista y se convirtió en uno de los momentos más emblemáticos del rock británico.
La última noche de Ziggy Stardust
Desde el momento en que Bowie subió al escenario, vestido con su extravagante traje espacial y su característico cabello rojo y naranja, la multitud supo que estaba presenciando algo especial.
El público rugió de emoción mientras Bowie y su banda, The Spiders from Mars, daban inicio al show con los acordes inconfundibles de Five Years.
A lo largo de la noche, Bowie interpretó una selección de canciones que definieron la era de Ziggy Stardust, como Starman, Moonage Daydream y Suffragette City.
Cada tema resonaba en los corazones de los fans, quienes no podían evitar sentir una mezcla de euforia y tristeza al saber que este sería el último adiós a su ídolo espacial.
Un final emotivo y un nuevo comienzo
Tras una actuación electrizante, llegó el momento culminante de la noche. Bowie, visiblemente emocionado, anunció al público: "No solo es el último show de la gira, sino que también es el último show que haremos con Ziggy Stardust".
Un silencio sepulcral se apoderó de la sala mientras Bowie pronunciaba estas palabras que marcaban el final de una era.
Aunque el retiro de Ziggy Stardust fue una sorpresa para muchos, Bowie dejó en claro que su alter ego había cumplido su propósito artístico.
Ziggy Stardust era un ser extraterrestre que representaba la rebeldía y la libre expresión, pero Bowie sentía que era hora de seguir adelante y explorar nuevos territorios musicales.
El legado de Ziggy Stardust
La despedida de Ziggy Stardust generó una ola de especulaciones y rumores en los medios, y marcó un antes y un después en la carrera de David Bowie.
A pesar de que el artista continuaría reinventándose y sorprendiendo al mundo con su música, la figura de Ziggy Stardust se convirtió en un ícono del rock y en un símbolo de la constante evolución creativa de Bowie.