Los Tres completaron 2 de los 4 conciertos que prometieron para el Movistar Arena, como parte de "La Revuelta" que los trae de regreso a los escenarios para revivir la impecable carrera que los convirtió en emblemas del rock chileno.
Entraron al escenario puntualísimos. Eran las 19.31 y en el escenario del Movistar Arena ya comenzaban a sonar los acordes de "Follaje en el invernadero". De hecho, la banda llegó antes que varios de los espectadores, que parece que se confiaron de los problemas técnicos que habían marcado la noche anterior. Bueno, camarón que se duerme, se pierde las primeras canciones del setlist cuidadosamente ordenado que traía Los Tres.
Hubo entusiasmo, faltó movimiento
Ya mentalizados, y bien insertos en el espíritu de show en vivo, el público se mostró sorprendentemente quieto. Es difícil entender la obediencia a las sillas, después de escuchar el medley de "Quién es la que viene allí", que pone a bailar a cualquiera —uno habría esperado un poco más de locura después del primer acorde, pero el público prefirió disfrutar pacífico—.
Y es que Los Tres pareciera ser una banda que demanda atención más que interacción. Más que cantar, más que bailar, hay que disfrutar de la música que sale de este grupo que celebra su segunda noche en el recinto y que quiere dejar claro a cada uno de sus espectadores que los años, definitivamente, pasan en vano.
El tiempo no cambia a Los Tres
En algunas canciones, Los Tres cambian de lugar y rotan sus instrumentos. Álvaro Henríquez canta igual que en esos discos que los presentaron por primera vez, siempre con su guitarra, y a veces, en la batería. Titae Lindl brilla en el bajo, dándole un toque funky al Movistar Arena. Y Pancho Molina, con su característico traje y sombrero, lleva la batuta del concierto —muy literalmente—, y nos hace navegar por los diferentes ritmos que marcan a esta banda nacional.
Pero, en todo momento, lo que destaca es la guitarra de Ángel Parra, que da la impresión de necesitar más trastes, para que el músico pueda tocar más notas. La próxima vez, la producción del concierto podría traerle una cítara, sólo para ver qué puede hacer. Es que el gen musical hace lo suyo cuando el guitarrista se sube al escenario, y nos deslumbra con solos interminables, más increíbles a cada segundo que pasa, cada uno diferente al anterior.
El show
El concierto es, en realidad, una narrativa en que Los Tres nos cuentan su trayectoria, con un balance entre himnos y joyas infaltables para los fans acérrimos. "Sudapara" con "El aval", "Olor a gas" con "Claus", "Amores incompletos" con "He barrido el sol". Luego, una oda a las raíces nacionales con un homenaje cuádruple a Roberto Parra. Un pie de cueca, que, aunque todos sabíamos que venía del día anterior, no falló en inspirar algunos zapateos. Sacó pañuelos, incluso.
Mientras todo esto pasa, las pantallas enfatizan que finalmente, tenemos cuatro integrantes originales, y con eso, no se necesita mucho más: los juegos de luces cambian de color según la vibra de la canción: de un magenta saturado para "Un Amor Violento", a un azul profundo, igual que el sonido de las guitarras en "Amores Incompletos".
Y después, directo al blanco y negro que, sin duda, nos recuerda que Los Tres es una banda asociada a los recuerdos, pero que es capaz de actualizar sus canciones a voluntad. ¿Es esto lo que les da el título de emblemas del rock chileno? Quizás sí. O, quizás, es la habilidad irrefutable de hacer música que le habla al público de forma transversal, a niños, jóvenes, y adultos, que —aunque bastante inmóviles— cantaron palabra por palabra las piezas más célebres de la banda. Como si todos tuviesen su historia con la música, y, al mismo tiempo, viesen la música como historia, con la emoción de vivir todas las noches de La Revuelta.