El grupo conformado por Damon Albarn, Graham Coxon, Alex James y Dave Rowntree –más conocidos como Blur– fue el encargado de cerrar la primera noche del Festival Fauna Primavera, en un show que repasó las canciones que definen su historia como banda.
El regreso de Blur a Chile
A las 21.30 exactas (muy puntuales, como es la fama de los ingleses) el cuarteto hacía ingreso al escenario del Festival Fauna Primavera al ritmo de The Ballad, una de las pistas de su álbum más reciente. El inicio solemne no duró demasiado,y se movieron inmediatamente a canciones como St. Charles Square y Popscene, que inyectaron al público con la energía necesaria para continuar por las dos horas que duró su show.
Canciones como Parklife, Country House, Coffee & TV y su emblemática Song 2, hicieron cantar a la multitud, y al momento de tocar To The End, esto se volvió literal, cuando Albarn invitó a una fanática del público al escenario, para hacer la segunda voz de la canción, que originalmente va en francés.
Si esto no fue suficiente para probar a Damon Albarn como un frontman carismático, definitivamente lo fueron sus aventuras con el megáfono, o su incursión improvisada entre el público, o su juego con la bandera de Chile (que terminó convertida en capa). Incluso se tomó unos segundos para hablar de política, antes de presentar Out Of Time como una respuesta al ascenso de la ultraderecha en distintos lugares del mundo.
Al llegar a Tender, el vínculo con el público era irrompible. Por eso, cuando Albarn pareció cansado después de interpretar la canción, el coro de fanáticos salió a su rescate, cantando el outro al unísono. Así, Blur y su fanaticada se acercaron a la melodía de The Universal, que marcaba el emotivo final de su presentación.
Un show hecho a la medida
Aunque el setlist tenía varios de los éxitos que han acompañado a Blur en su carrera, se nota que fue hecho a partir de las canciones que a la banda le gusta tocar, las que les hacen sentido, y las que quieren compartir con su público. No por la obligación de recordarles los hits, sino porque es pertinente para la ocasión.
Es una muestra de esas canciones divertidas y desordenadas que pusieron a la banda en el ojo público por primera vez –y que de alguna forma definen su legado–, pero sin desconocer el lado personal y reflexivo de Blur, cuando el grupo toma una pausa, un paso atrás, y le dedica unos minutos las baladas, que tanto los hacen brillar.
Pensando en esto, no es extraño que su presentación tenga ese toque tan íntimo y cercano, que demuestra que los años no han pasado en vano para Blur. Siguen siendo la misma banda revoltosa y despreocupada que conocimos en los noventa, pero ahora están en una nueva dimensión de expertise y energía. Y puede que esa dimensión se llame "madurez".