La mayoría de los expertos coinciden que a la hora de iniciar una dieta debes tener en cuenta lo que se denomina "peso de referencia", es decir, el peso acorde al nivel de tu masa corporal. A pesar de que solo considera el físico, el cerebro también es un agente fundamental a la hora de determinar cuál es tu peso ideal.
Y es que este es el que ordena segregar las hormonas del hambre, como por ejemplo la grelina, la cual se genera cuando el cerebro detecta que las reservas de energía disponible se están agotando.
Esta hormona produce sensaciones de hambre que te convencen de comer. Y de ahí el sistema digestivo se encargará después de convertir las calorías ingeridas en glucosa para alimentar a los músculos, los órganos, el cerebro y, en general, a las células. Por su parte, la hormona de la leptina genera el sentido contrario, el de la saciedad, liberándose cuando el cuerpo siente que ya ha comido suficiente. En ese sentido, es la encargada de indicar al cerebro que ya se han alcanzado los niveles de energía que pedía.
David Prologo, médico especialista en obesidad de Estados Unidos, dice que esto que hace el cerebro es en nombre de la supervivencia: "Le dicen a tu cuerpo cuándo buscar comida, cuándo reducir la velocidad y conservar energía y cuándo reservar combustible si sientes privación (como reminiscencia de los tiempos en los que las hambrunas eran frecuentes)", aseguró.
"El cerebro no está preocupado por cómo te ves físicamente", dijo el doctor en un artículo sobre el tema en The Healthy. "Se preocupa por mantener la vida", agregó. Esto quiere decir que tanto el cuerpo como la mente están programados para permanecer estables en un punto determinado. Cuando comienzas una nueva dieta o no estás consumiendo energía suficiente para lo que demanda el cerebro, puedes experimentar síntomas como debilidad, hambre, depresión, fatiga o dolores de cabeza.
"Lo bueno es que al cabo de unas semanas el cerebro termina relajándose y no emite tantas señales a medida que el cuerpo comienza a encontrar un nuevo punto de ajuste", recalcó Prologo.
Es entonces cuando por fin sientes que tu apetito disminuye, y con él los antojos que son una de las grandes causas por las que los planes de adelgazamiento no terminan bien.
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Cambiar este punto de ajuste del cuerpo no es nada fácil, "puede llevar meses, e incluso años", aseveró Jason McKeown, neurólogo. "Por eso debes establecer objetivos a largo plazo. Solo así conseguirás que el cerebro se sienta más cómodo con un peso más bajo, lo que hará que tu cuerpo acelere el metabolismo y disminuirá el apetito. Si piensas a corto plazo aunque pierdas mucho peso en poco tiempo y obtengas resultados rápidos tendrás más probabilidades de volver a ganarlo, ya que tu cuerpo y tu cerebro no están nada contentos", añadió.
Para que el cuerpo y el cerebro encuentren el bienestar que buscan es necesario optar por una dieta de alimentos naturales e integrales. Esto significa mantenerse lo más alejado posible de aquellos que han sido procesados o refinados, es decir, los productos ricos en calorías, e incorporar otros más saludables como bien pueden ser las frutas y verduras frescas, la carne magra, el pollo, el pescado o los granos enteros.
En definitiva, si buscas perder peso es mejor que te lo plantees como una meta y no como un castigo al que debes enfrentarte y por el que debes pasar rápido. Al final, el cerebro acaba adaptándose a ese nuevo equilibrio de grasas y azúcares que vas implementando con paciencia y voluntad. Y si además realizas ejercicio físico, los resultados tardarán mucho menos en llegar de lo que esperas.