En su exitosa carrera de fisicoculturista, Arnold Schwarzenegger consiguió, entre otros premios, ganar cuatro veces el concurso de Mister Universo (una vez como amateur y otra en la categoría Pro).
Sin embargo, hubo uno de esos trofeos que estuvo perdido por décadas y la responsable fue nada menos que la madre del actor.
En 1967 fue el año en que Schwarzenegger se coronó campeón del Mister Universo en la categoría amateur. Los próximos tres años ganó la categoría Pro de forma consecutiva. Uno de esos galardones, el que ganó en 1969, fue regalado por su madre Aurelia a unos albañiles que pasaban por su casa en Austria.
Aunque no se sabe la razón por la que lo hizo, el mismo actor reconoce que en varias ocasiones su madre regaló objetos a quienes iban a visitar la casa en que creció el reconocido actor.
El trofeo estuvo desaparecido hasta que en 2016, la hermana del húngaro Lorand Berke, bicampeón europeo de levantamiento de pesas, compró el galardón a unos trabajadores para regalárselo a su hermano.
Berke, reconocido fanático de Arnold, se percató que el trofeo pertenecía al multicampeón de fisicoculturismo. Le tomó una foto y se la mandó a su amigo Ádám Szedlacskóy, quien conocía a Schwarzenegger.
Lo curioso es que justo en el momento en que Berke envía la imagen, Szedlacskóy estaba junto a Arnold entrenándose en un gimnasio en California. Al día siguiente Schwarzenegger le confirmó que efectivamente ese trofeo no está en su museo en Austria.
Pensando en que debería pagar algún tipo de recompensa, Arnold pregunta qué quiere a cambio por el trofeo. Berke aclara que solo quiere conocer a su ídolo. Aunque quedaron de reunirse, en abril pasado el actor debió someterse a una operación de corazón, lo que aplazó la reunión entre los dos.
Finalmente, el pasado lunes, en medio del rodaje de la última película de Terminator, el actor se encontraba en el gimnasio de Szedlacskóy en Hungría cuando llegó Berke con el preciado trofeo.
"Te conseguiremos un reemplazo por este", le dijo Schwarzenegge a Berke en medio de las fotos de rigor que no podían faltar para inmortalizar el momento.