“Tuve que meter todos estos recuerdos traumáticos en el fondo de mi mente, ponerle llave y esconder la llave para poder seguir viviendo”, indicó el médico, quien estudió en la década de los ’70 en el instituto Alonso de Ercilla.
Detalló que “entre los 10 y los 16 años sufrí abusos sexuales reiterados por miembros de la congregación de hermanos maristas de ese entonces, y además de algunos sacerdotes de otra congregación, de un capuchino y de sacerdotes diocesanos”.
“Cuando tú estás en un ambiente abusivo, se normalizan muchas situaciones”, explicó. Y sostuvo que les daban alcohol en algunas actividades como una “forma de crear el ambiente propicio para el abuso”.
Las vejaciones “se producían en cualquier lugar (…) una sala de clases, la capilla, el camarín del gimnasio, los dormitorios de los mismos religiosos, la carpa scout, un espacio en el campamento, los dormitorios de retiro el fin de semana”, aseveró Concha.
Había una asimetría con “un niño frente a un adulto que representaba a dios”. Como consecuencia, “yo me sentía culpable, generaba auto desprecio en mí”. De este modo, se planteó el objetivo de “salir lo antes posible de ese colegio cárcel donde mi infancia fue fracturada, vulnerada, dañada así como mi sexualidad, mi masculinidad, mi espiritualidad y mi inteligencia emocional”.
Respecto del sacerdote Cristián Precht, explicó que “era demasiado cercano físicamente, (daba) besos cuneteados para saludar”. En una ocasión, “intenta masturbarme y luego con su otra mano besarme en la boca con lengua, a lo cual yo me siento muy incómodo, aterrorizado por la situación”. Intentó apartarse y él respondió “hermanito, es solamente cariño, es puro cariño”.
En este contexto de abusos, que se extendió por décadas, Concha se preguntó “¿son los colegios maristas en Chile espacios seguros y confiables para los niños? Ellos dicen que sí, pero no basta que lo declaren, sino que lo tienen que demostrar”.
“Me fracturaron mi vida, mi masculinidad, mi sexualidad, mi espiritualidad. ¿Quién me repara eso? He vivido 40 años sufriendo en soledad. He dañado mucho porque ellos me habían dañado a mí”. Aseguró que como consecuencia “no estuve a la altura para ser un buen padre, para ser un buen marido”.
Jaime Concha dijo no sentirse amedrentado por una posible divulgación de sus problemas personales: “El miedo a perder ese poder hace que ellos estén dispuestos a sacrificar a las personas como siempre, con tal de mantener ese espacio de poder que para ellos parece ser tan importante”.