No muchos atribuyen el hablar como una parte importante en cuanto al sexo. Sin embargo, el efecto que puede producir sobre nuestro deseo puede llegar a ser intenso.
El poder que tiene el lenguaje para acompañar el erotismo, al ser explícito, o básico, puede ser usado como un juguete preciso al momento de tener sexo. "Para las mujeres el mejor afrodisíaco son las palabras. El punto G está en los oídos, y el que busque más abajo está perdiendo el tiempo", dijo una vez la escritora Isabel Allende.
Tanto poetas como amantes extrovertidos, reafirman este acto. Un estudio de la revista "Hormone Research" demostró que verbalizar el placer provoca una mayor actividad en dos zonas del cerebro: el núcleo preóptico, que influye en la búsqueda de pareja, y el núcleo supraquiasmático, que regula los ciclos reproductivos. Estas zonas se activan al decir groserías, por lo tanto, el decir obscenidades, y en compañía física, se relacionan con una sensación de liberación y transgresión que termina por ser muy satisfactorio.
La Universidad Central Lancashire (Reino Unido) realizó un experimento con mujeres entre 18 y 48 años a quienes se les analizó sus reacciones físicas durante las relaciones sexuales y se comprobó que sus gemidos no siempre eran generados por la excitación sino que les servía para estimular a sus parejas y, de esta manera, alcanzar un clímax intenso.
Tanto psicólogos como sexólogos animan a realizar esta forma de "sexo oral" ya que permite comunicar lo que nos complace y descubrir lo que le gusta a nuestra pareja. De todas maneras, el llevar a cabo esta práctica debe ser dentro de un ambiente de confianza. "La clave es averiguar con qué te sientes bien y qué es lo que tu pareja quiere oír y luego empezar a experimentar desde ahí", asegura Aline P. Zoldbrod, psicóloga, sexóloga y autora de 'Sex Talk: Uncensored exercises for exploring what really turns you on'. "Quizá baste un leve jadeo o escuchar la respiración fuerte para disfrutar de un sexo mejor", añade.