Fueron 5 años de registro, proceso en el que “empezaba a escuchar a mi tía y le decía ‘eh, lo que estás diciendo es súper inhumano, no tiene sentido’”. Pese a ello, Orozco reconoce que “trabajé película desde el cariño, aunque haya gente que no le guste. Pero bueno, era mi tía”.
La realizadora puntualizó que a Rivas “nunca la voy a dejar de querer, pero no estoy de acuerdo con el camino que ella tomó (…) ni con su propia ética”.
El documental y otras diferencias, aumentaron las distancias al interior de la familia. Sin embargo, Lissette admite que “tampoco me caliento la cabeza, me siento súper tranquila porque no me traicioné a mí misma”.
Actualmente, Adriana Rivas enfrenta funas. Por ello “vive en una constante transformación física para no ser identificada. Lamentablemente, vive en una paranoia que ella misma se buscó”, culminó Orozco.