La hija de Carrie Fisher, Billie Lourd, fue nombrada oficialmente como beneficiaria única de la herencia de la actriz, que alcanzó la fama con su papel de la princesa Leia.
El legado que Fisher le dejó a su hija de 24 años incluye la residencia donde vivía en Beverly Hills —valorada en 18 millones de dólares—, varias cuentas bancarias, la propiedad completa de varias sociedades limitadas, una póliza de seguro de vida, y las joyas y obras de arte que coleccionaba su madre. La joven heredará tanto los derechos de imagen de la intérprete californiana como los derechos de propiedad intelectual de sus múltiples libros y marcas.
Según recogen los medios estadounidenses, el hermano de la fallecida, Todd Fisher, será el encargado de realizar una subasta a finales de este año con parte de los recuerdos de la actriz, y cuyos beneficios irán destinados a proyectos solidarios que han sido decididos por la hija de Debbie Reynolds.
Fisher murió a los 60 años el pasado 27 de diciembre, cuatro días después de que sufriera un infarto en un avión y fuese trasladada de urgencia a un hospital.